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jueves, 8 de marzo de 2012

¿Ellos y el sexo?

Una de las tres cosas que un hombre se llevaría a una isla desierta con toda seguridad es... su pene. Éste también encabeza la lista de las principales partes que salvaría de su anatomía. La prueba podemos encontrarla en un partido de fútbol: en el lanzamiento de una falta en las proximidades del área, los jugadores que forman la barrera llevan instintivamente sus manos hacia la zona genital. El futbolista prefiere que le partan la cara antes de exponer sus genitales a un balonazo. Parafraseando a Francisco de Quevedo, podríamos empezar describiendo al macho de nuestra especie diciendo: “Érase un hombre a un pene pegado, érase un pene superlativo...” Superlativo, adjetivo clave en la sexualidad masculina. La capacidad de aumentar de tamaño durante la excitación sexual ha convertido el miembro eréctil en un símbolo universal de potencia y virilidad hasta el extremo de que “los hombres están dispuestos a pagar lo que sea para aumentar de estatura en sentido fálico”, asegura el etólogo británico Desmond Morris en su libro Masculino y Femenino.

Un objeto de culto que marca la personalidad

Para la mayoría de los hombres, el pene se erige como la pieza más preciada y venerada de su cuerpo. “La personalidad, el comportamiento y las decisiones masculinas vienen en gran medida mediadas por la idea que cada hombre posee de su pene”, asegura el doctor Dudley Seth Danoff, urólogo de la Facultad Clínica de la Universidad de California en Los Ángeles, EE UU, y autor del libro Superpotency. En nuestra sociedad falocrática, el pene grande e infatigable es símbolo de poder y dominio, mientras que cualquier alteración en su funcionamiento o discreción en la talla constituyen una fuente de frustraciones e inseguridades que desemboca en serios trastornos psicológicos. Los sexólogos aseguran que los varones concentran la mayor parte de su potencial erótico en el miembro viril, que queda resumido en tres acontecimientos sexuales: excitación, erección y eyaculación. Por otro lado, durante siglos se han abonado numerosos mitos que apuntalaban la idea de que el hombre es el sexo fuerte: los hombres siempre deben desear las relaciones sexuales, incitarlas y estar preparados para superarlas; el “verdadero hombre” nunca pierde la erección; el hombre siempre debe llevar a su pareja al orgasmo o, preferiblemente, a múltiples éxtasis; la relación erótica siempre implica una penetración seguida del orgasmo; el hombre debe dominar a su compañera en la cama; todo contacto físico con el sexo opuesto debe conducir al coito...

1 comentario:

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